Los finos rayos de sol esperaban impacientes su despertar. Ansiosos, se filtraban entre la celosía y jugaban con las sombras del dormitorio. Desesperados, intentaban acariciar su nívea tez, fallando en el intento una y otra vez. Aprovechaban cada movimiento de su cuerpo para recorrer las sábanas en busca de su piel.
Alborada tras alborada, se situaban esperando el momento de volver a contemplar esos ojos de dulce color ámbar. Y es por ello, que en el instante en que sus delicadas pestañas aletearon...la expectación y la curiosidad colmaron la estancia.
Su mirada resplandeció mitigando el brillo de los haces de luz. Su cuerpo se enderezó y las sábanas descubrieron su esencia. Caminó hacia el tocador y cepilló su hermosa melena. Se detuvo ante él durante unos minutos, inspeccionandose a sí misma. Abrió el armario que se encontraba detrás de ella y se enfundó en un precioso vestido color carmesí. Volvío a observarse en el espejo y pintó sus labios de un color intenso.
...
Un ruido me distrajo de mis pensamientos, llamaban a la puerta. Me dirigí en su dirección, dubitativa ante la visita que me esperaba al otro lado de la entrada.
Abrí la puerta y allí estaba ella, una mujer de belleza inimaginable, sonriéndome y tomándome de la mano.
Con una dulce voz musitó:
-Me llamo Esperanza y he venido a quedarme contigo.-
...derah...
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